Un buen día lo tiene cualquiera

Arturo pierde su empresa y su casa. Harto de vivir a salto de mata, decide opositar. Joaquín, antiguo amigo del colegio y buscavidas profesional, le convence para que se aproveche de un plan social del ayuntamiento en el que ancianos solitarios acogen en sus casas a estudiantes jóvenes sin recursos por un alquiler ínfimo. Arturo, que ni es estudiante y hace tiempo que dejo de ser joven, falsifica la solicitud y entra a vivir con Onofre, un anciano bajo cuya apariencia afable se esconde un auténtico Mr. Hyde. Hiperactivo, manipulador, mentiroso, Onofre demanda una atención absoluta que impide a Arturo concentrarse en sus estudios.

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